Como suele pasar con casi
todo en esta vida, cuando una empieza algo todo le parece muy complicado, las
cosas requieren mucho esfuerzo y, a veces, no se está segura de que el objetivo
se vaya a cumplir o de que realmente merezca la pena. Y como también pasa la
mayoría de las veces, cuando se ven los frutos del trabajo realizado (y nunca
mejor dicho pues nuestro huerto es precisamente lo que nos da) una inmensa
satisfacción sustituye a cualquier quebradero de cabeza pasado.
Y es que cuando me he puesto
a recopilar todo lo que se ha elaborado durante el curso relacionado con este
maravilloso proyecto de Ecoescuelas en el que prácticamente ha estado
involucrado todo el centro, casi me daba para dos o tres artículos.
¿Por qué tener que ir a
comprar instrumentos musicales cuando hemos sido capaces de crearlos nosotros
mismos con material reciclado? Nuestros alumnos han sido capaces de diseñar una
casa ecológica, han elaborado una infografía de elementos relacionados con el
medio ambiente, otro grupo ha llevado a cabo la campaña publicitaria “Salvemos
el Medio Ambiente”…
Está claro que el principal
objetivo se ha conseguido, ese de concienciar a la comunidad educativa de la
importancia de la naturaleza que nos rodea, del reciclaje, del cuidado del
cuerpo y la mente (vídeo rapero anti-tabaco), del saber
aprovechar y no contaminar lo que tenemos… Pero es que, además, para conseguir
lo anterior, nuestro alumnado ha sido capaz de utilizar nuevas herramientas
tecnológicas, como las necesarias para llevar a cabo el vídeo “Ponte en
marcha”, comprometidos con la movilidad sostenible.
Solo había que mirar sus
caras para saber lo que estaban disfrutando fabricando cestas con papel de
periódico, marcos para cuadros con cartones, cabezones peludos (plantas),
parterres para plantas, jabones ecológicos… ¡y Ricardita! ¿Cómo, que todavía
hay quien no sabe quién es Ricardita? Pues a día de hoy el espantapájaros más
famoso del Valle de los Pedroches.
Podría parecer que con todo
lo anterior valía para un año, pues es más que evidente que la preparación y
desarrollo de cada una de estas actividades han requerido un esfuerzo
considerable por parte de profesores y alumnos, ¡pero no!, la lista de tareas
medioambientales se incrementó aún más con una serie de charlas de apicultura,
la elaboración de un decálogo medioambiental (incluyendo un curioso concurso de
rimas), una ruta turística en inglés por Pozoblanco orientada a la limpieza y
cuidado de la ciudad, una serie de trabajos elaborados para estudiar la
contaminación producida por las grandes empresas, un concurso de fotografía,
debates… y, para completar, una completa fabricación de marionetas recicladas
para hacer un teatro.
Uf, como dije al principio,
si tuviéramos que pensar ahora mismo en empezar de cero con todas estas cosas
nos parecería un mundo y eso que nos queda la joya de la corona, la crem de la
crem, el no va más, aquello con lo que hemos alcanzado la cumbre… ¡Nuestro
huerto!
Allá por el primer trimestre
comenzó la aventura del huerto. Hubo que preparar el proyecto del mismo,
construir los invernaderos, traer tierra fértil y plantar. ¿Y qué plantamos?
Pues todo lo que se nos ocurrió: cebollinos, acelgas, lechugas, fresas, habas,
patatas… Vamos, más cosas que en la sección de hortalizas del Mercadona. Y, para acompañar, unas plantas aromáticas
(lavanda, romero, tomillo…) y un semillero para plantar tomates autóctonos.
Nuestros alumnos del aula
específica y de FPB han sido los encargados del cuidado del huerto y tan bien
lo han hecho que hemos tenido una más que productiva cosecha, sobre todo en
cuanto a fresas y acelgas se refiere. Pero lo mejor estaba por llegar porque
estos alumnos han sido capaces de elaborar sus recetas de tortilla de acelgas y
postres con fresas, tan buenas que ya las quisieran para sí esos restaurantes
tan afamados de cinco estrellas Michelín.
¿Qué más se puede pedir?
Doña Verónica López Gallego
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